Cine peruano para australianos (Ernesto Zelaya)
El cine peruano contemporáneo ha sido descrito varias veces como muy personal. La gran mayoría de realizadores prefieren ignorar géneros establecidos (acción, comedia, terror, etc.) para tocar temas e historias personales, aún si esto hace difícil la identificación con el público. El cine nacional suele entonces tocar temas de vital importancia para la población, y no hay ninguno más importante como el terrorismo y la guerra interna que vivió el Perú durante los 80 y 90.Es inevitable que el cine peruano caiga en este lugar común, y tampoco es el único cine a nivel mundial que se ha visto influenciado por su propia historia. Basta ver los efectos de la crisis económica en el cine argentino, o la dictadura de Franco siendo tema de fondo para muchas películas en España.
Queda la pregunta: si se tiene un cine tan ligado a la cultura y costumbres de su país de origen, ¿Cómo será recibido por un público extranjero que no tiene nada que ver con nuestra propia historia?
Fue en el 2009 que un film peruano llegó hasta la lejana Australia, un país donde, salvo esfuerzos concentrados de un pequeño puñado de personas, resulta casi extraño ver cine latinoamericano. El Festival Internacional de Cine de Melbourne – uno de los eventos más concurridos de la que es tal vez la ciudad más multicultural de la isla – a pesar de su gran variedad, a la larga no es más que una selección de lo mejor visto en festivales internacionales como Toronto o Berlín, con buena parte de su programación dedicada al cine asiático; la proximidad del continente y la fuerte presencia de migrantes de países como China, Japón o India (que constituyen al menos un tercio de lo que ya es una población reducida) hace que sea casi obligatorio.
Fue aquí donde La teta asustada de Claudia Llosa hizo su aparición, en la sección International Panorama, que reúne lo más selecto a nivel internacional, una programación que incluía filmes de peso como Bastardos sin gloria de Tarantino o Anticristo de Lars Von Trier. La cuota latina fue dada además por La nana de Sebastián Silva y El nido vacío de Daniel Burman.
El Greater Union, uno de esos multicines colorinches que parece sacado de cualquier mall ochentero, recibió así a un saludable número de compatriotas peruanos, que salieron en mancha a apoyar, dado que el festival empezó al mismo tiempo que las fiestas de 28 de julio.
Una vez terminada la cruda, insólita y dramática historia de la joven Fausta, muchos cinéfilos australianos quedaron en shock, al haber visto cosas que nunca hubiesen pensado existían. Se sucedieron preguntas como: “¿En verdad las jóvenes peruanas son así de reprimidas?” “¿En verdad es costumbre introducirse papas en aquel lugar?” y demás. Fue necesario sentar a los amigos aussies y explicarles que, si bien estas prácticas eran un caso aislado (y no probado) el terrorismo si fue bastante real y prácticamente todos los peruanos sintieron sus efectos de alguna manera. Fue también ocasión de romper el estereotipo que se tiene de los peruanos como gente que vive aislada en montañas con auquénidos de mascotas.
Fascinado por descubrir una realidad algo exótica que no era la suya, la crítica australiana le dio un cálido recibimiento a la cinta: fue descrita en la programación del festival como “una mezcla de mito y realidad, un lugar donde el pasado es importante pero del que no se habla – para los que lo vivieron y los que no.” Algunos miembros del público quedaron chocados; pero la crítica entendió el mensaje. Su posterior nominación al Oscar como Película Extranjera le valió un rentable paso por los cine artes de la ciudad.
Este fue el primer paso para la llegada de más cine peruano. La Filmoteca de Melbourne, un cineclub dedicado a promover el cine latinoamericano a través de funciones mensuales, presentó el año pasado Las malas intenciones de Rosario Garcia-Montero. La sala del Australian Centre for the Moving Image (ACMI – en rigor, un Centro Cultural PUCP australiano) se llenó de espectadores, en su mayoría gente mayor que disfruta de cine mundial, a los cuales también fue necesario explicarles el contexto del film: la época del terrorismo que todos vivimos y la cual no se podía ignorar, ni siquiera en el caso de la niña protagonista. Luego de esto, la Filmoteca sigue tratando de llevar Pantaleón y las visitadoras de Pancho Lombardi a las salas de ACMI.
Un año antes, Contracorriente de Javier Fuentes-León ganó el premio del público en la edición 2011 del Melbourne Queer Film Festival, especializado en cine gay, por sobre obras de realizadores más curtidos (ahí estaba Kaboom de Gregg Araki como muestra). Es una prueba de que las historias sobre las relaciones humanas son de carácter universal, y no era necesario ni ser del Perú ni saber español para poder apreciar esta. Esto y la cantidad de australianos que hacen de Latinoamérica su destino predilecto de viajes han dado una mayor comprensión de lo que es el Perú para un público tan lejano.
Entonces, si bien el cine peruano puede pecar de hermético y de difícil acceso para públicos internacionales, al mismo tiempo es el mejor método para difundir nuestra particular cultura a nivel global. Y mientras más personal y real resulte, mayor aceptación tendrá entre públicos como el australiano, uno que siempre está dispuesto a interactuar con otras culturas.