Festival Al Este de Lima 2017: Crítica a “Los eremitas” de Ronny Trocker

Por Mario Castro Cobos

Se proclaman o codifican como ‘ficciones’ (y nos sentimos a menudo más protegidos dentro de ellas que ‘afuera’) y buscamos, consciente o inconscientemente, en ellas… algún tipo de verdad humana perdida, reprimida o aún no descubierta. Crear: recuperar potencialidades. ¿O solo buscamos: engaño, evasión, sueño, catarsis, alivio y olvido? No lo creo. El cine puede ser algo más, o es, otra cosa, si se despliegan de verdad sus más altos poderes; puede (y debe) ser magia y documento a la vez. Sueñas y despiertas, todo ocurriendo al mismo tiempo. Te entregas a un mundo (lo ‘vives’) y lo criticas a fondo. La vieja aspiración del acceso o contacto con la realidad ‘total’ -sea lo que sea que esto signifique- podría producirse… Necesitamos sublimar nuestra banalidad y nuestra miseria mientras el espejo embellecedor de las mentiras ‘normales’ nos amenaza seductoramente a que nos miremos -como no somos- en él.

Los eremitas* no elude prácticamente nunca esta banalidad y esta miseria centrales, de hecho tan humanas y tampoco cede al engaño fácil de la demagogia sentimental. Estas vidas, la de los protagonistas, ¿son así? ¿Son, o podrían, ser reales?; y los personajes, ¿lucen sólidos o creíbles? Para mí, sí. ¿Y qué verdad se busca, y por qué esta película me parece mejor que el promedio, por qué creo que me dice algo más que muchas otras? Está esa cualidad documental de ‘estar ahí’, de ‘presencia sin retórica’, de dramaturgia/no-dramaturgia sin maquillaje, de así-son-ellos, y de que tal vez, o en gran medida, no podrían ser de otra forma. De que ‘son lo que son’ y así te los muestro porque no cabe hacer otra cosa -aunque es cierto que podrían -o hubiesen podido- ser algo mejor, o peor-.

Personajes más directos, y paradójicamente herméticos, para nada autocomplacientes, personajes sin tantas dobleces ni tantas blanduras. Uno se pregunta en medio de la fascinación si el director exagera, si por ser o querer ser tan riguroso cae en la inhumanidad, o si lo que muestra es solo un apunte fiel de una especie de dura naturalidad. Oh, highlanders. Guardo en mi memoria la sensación que me dejan estos personajes (en especial los dos viejos padres del protagonista): casi emanaciones o formaciones de la tierra, porque esta es una película con personajes ‘de tierra’. La presencia física de la tierra, el nexo con ella, el trabajar con-dentro de ella es crucial… El paroxismo de esta naturalidad y a la vez de esta relación con la tierra se da cuando por ejemplo alguien muere y tú simplemente lo entierras y sigues viviendo. Si Trocker te hace sentir que la vida en las montañas es dura, transmite que es una dura hermosura, de una poesía áspera.

En general, la economía verbal y gestual de los personajes los hace más próximos, es como limpiar el aire en el plano y en la precepción que como espectadores tenemos acerca de ellos. Es tal vez lo mejor Los eremitas: purifica nuestra percepción, nos transporta a una belleza difícil, a unos seres expresivos a fuerza de contenidos o autoencerrados. No serán lo mejor que puedo esperar de la humanidad pero al menos, son lo que son, lo cual, pensándolo bien, viene siendo raro.

*Coproducción germano-austríaca proyectada en la sección Competencia Ficción del Festival Al Este de Lima 2017.


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